EL JARDIN DE LOS LAMENTOS
Despierto, como la brisa de la noche enamorada; sopesando cualquier dilema anatómico de las sales minerales. Comulgando como fiel amante de las flores, que prefirió perder la costura que arriesgarse a morir en ese intenso fuego que rodeaba sus ojos. No es momento de ataduras, no es momento para cantarle a la luna; es momento de aceptar el adiós y pretender ser fuerte, pretender ser hombre y dejar de correr contra la corriente.
1 comment:
Decir a adiós es un don que nobre la dulzura, más que un sentimiento, es una textura casi intocable que se detiene en el tiempo y te permite entender los cambios, las decisiones y hasta a los huérfanos de mente que se cruzan tristes por las alcantarillas de aquel edificio gris donde habita mi alma.
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