LOS CUATRO REINOS
CUARTA PARTE. MARES ROJOS (UNA ÚLTIMA ESPERANZA)
El sol da señales de su despertar, los soldados del Reino de Fuego, esperan en formación frente a la Fortaleza Principal del Reino de Piedra. El Comandante Supremo, se encontraba a la cabeza de la formación acompañado de sus guerreros de más alto rango. Esperaban con ansias el momento para atacar a la Piedra, sin piedad, sin pena alguna, con esa rabia que más que una estrategia de guerra era una oportunidad de acabar con el libertinaje y la falta de Fe de los amantes de las fantasías, era momento de enterrar las creencias de la igualdad y los ideales tribales. Una sociedad de mente perdida estaba a punto de acabar enterrada en el olvido.
El Primer Ministro del Reino de Piedras, tomó en sus manos el “Libro de Paz” predicó sus escritos juntó a su pueblo y salpicó plegarias a los Dioses Dueños del Mundo, intentó comunicarse con sus ancestros, pero todo fue en vano. Mientras el Primer Ministro trataba de evitar su realidad, uno de sus seguidores le dice: “El Reino de Fuego está esperándolo, sino sale cuando el sol esté puesto encima de la llanura, atacarán sin piedad nuestras vidas”. El Primer Ministro se toma el pecho y cae al suelo, su pulso se perdía lentamente, así como las esperanzas de su Reino. Su viejo corazón de piedra había cedido ante la presión de pasar de ser un rey a ser un esclavo de la lava maldita.
La llanura comienza a sentir los rayos del sol en su entorno, Leunam recibe la orden del Comandante Supremo y se dirige a la Entrada del Reino de Piedras, lanza un daga a la puerta del Reino para avisar sobre el final de su espera. El Comandante Supremo levanta su espada, las ansias se dejan sentir en la piel de los guerreros, el silencio adorna las planicies de la pradera, Leunam se dirige nuevamente a la formación de ataque, en ese momento las puertas gigantes del Reino de Piedra se abren, se ven salir los miembros de el Comité de Asesores del Primer Ministro, todos cabizbajos y con mirada de tristeza. El miembro más antiguo pide hablar con el Comandante del Fuego. Leunam lo observa detenidamente a sus ojos entiende de su tristeza, de su rabia e impotencia, pero como guerrero de mil batallas no podía sentir pena por el enemigo: “Ser esclavos es el precio a pagar por tus faltas”, pensó Leunam, éste alza su brazo derecho, con una seña de sus dedos, detiene la avanzada de los Soldados de Fuego. El Comandante Supremo, se acera a los Miembros del consejo, se da cuenta de inmediato que el Reino de los Pensadores estaba perdido, sentía los corazones de estos hombres en su mano, otra victoria para los “Perros Vivos”. El Comandante Supremo sede la palabra al Vocero del Ministerio de Piedra, este se arrodilla y con el corazón en la boca dice al Comandante: “Un Reino sin su Rey es un Reino de nadie, que esperanzas tendríamos de vivir sin la cabeza puesta sobre los hombros”. Los Miembros del Comité de Piedra, se arrodillan uno a uno ante el Comandante de Fuego, los soldados comenzaron a gritar, alabando sus dotes de maestros del miedo.
Entre gritos y emociones de los soldados de Fuego, se ve caer desde el cielo una lluvia de flechas provenientes del Bosque de las Sombras. Las flechas se ven arremeter contra lo soldados de Fuego, sus cuerpos comienzan a gritar de dolor y sin darse cuenta el Apocalipsis había llegado a sus vidas. Se escucha entrar a la llanura el ejército de Las Flores, con arcos, lanzas y mucha pólvora, se dirigen montados sobre rinocerontes y elefantes hasta la planicie de la llanura. El Comandante Supremo, levanta su espada y se dirige a batallar a las Flores, pide a Leunam que se quede vigilando a los del Reino de las Piedras, la estrategia de guerra había cambiado sin previo aviso, ahora enfrentaban a una nación de lucha, con muchas armas y batallones, un reino en llamas en medio del frío de las piedras y la belleza de las flores. El Comandante Supremo comienza a luchar junto a sus soldados, enfrenta la furia del Reino Místico entre golpes de espadas y cuchilladas, se va convirtiendo la pradera en un mar rojo, desde el bosque siguen saliendo más soldados, meciéndose en las ramas de los árboles como monos llenos de ira.
Leunam deja su guardia para intentar ayudar a su gente, unos soldados del Reino de las Flores se acercan hacia él, comienza una lucha que nombre la muerte, uno de los Soldados de las Flores va directo a atacar a Leunam por la espalda, toma una cuchilla y se la dispone a clavar, en ese momento el más viejo de los Miembros del Reino de las Piedras salta hacia el atacante y lo golpea con una roca en la cabeza, Leunam voltea sorprendido, había vencido a los hombres con la ayuda de uno de los pensadores. El lánguido anciano, agotó su último soplo de vida en salvar a su enemigo, Leunam junto a los demás miembros del comité lo llevan hacia la entrada del Reino de Piedras, el viejo pide que lo dejen allí, Leunam le pregunta que porque lo salvó, éste le dice con voz agónica: “Hoy dejé a un lado el pasado y comencé a vivir el presente, en otro lugar y seguro con otro principio”. Leunam despide al caído con un grito al cielo, le dice a los Miembros del Comité de Piedra que entren a su Reino y cierren las puertas, era hora de entender el presente de la Tierra, tres naciones en guerra y mucha sangre derramada sin sentido.
La noche toma el control de la llanura, sólo se escuchan los lamentos de los soldados de ambos Reinos, el Comandante Supremo, herido, mal oliente y sin aliento, es llevado de brazos a las entrañas del Bosque de las Sombras, allí lo esperaban los Soberanos de Las Flores, sentados en sus tronos le hicieron un juicio sin palabras, con sólo señalarlo prepararon su destino, el Comandante dijo a sus captores: “No entiendo su presencia en mí guerra, que la furia del fuego caiga sobre todos ustedes”. Uno de los Soberanos contesta: "Para los que amamos la vida, no existen las nombradas guerras justas". Luego una lanza atravesó el cuerpo del Comandante dejándolo tendido en medio de la nada. Esta guerra sin sentido había llegado a su fin.
Leunam, desesperado buscaba entre los cuerpos que yacían en el suelo a su Comandante, cuando se dio cuenta que era el único de su especie en haber sobrevivido a la masacre, puso su vista hacia el Reino de Piedra, corrió hacia su entrada tratando de alcanzar su última esperanza, cunado se fue acercando las puertas se fueron abriendo, éste adolorido intentó acelerar el paso, hasta que desde unos arbustos le llegó a su humanidad una espada, sus dos filos se clavaron en el cuerpo del Guardia de Fuego, con ojos llorosos había regresado Naoj desde la Ciudad de Shore, sin sueños, sin salida, no entendía la situación, sólo veía muerte por todo su alrededor. Naoj empalmó su espada mientras Leunam pedía clemencia y le dijo: “Hoy mi vida la salvó un hombre de Piedra, ahora mi muerte está en las manos de otro hombre de Piedra, con sus mismo ideales, sus mismos deseos de morir y volver a empezar en otro lugar de la Tierra”. Naoj, tomo en sus brazos a Leunam y se lo llevó hacia su Reino, cuando se cerraron las puertas, Naoj dejó el cuerpo de Leunam en manos de los Ministros y les pidió que lo sananran, luego miró a las estrellas y le dijo a sus adentros: “Espero que mañana mi mente pueda entender el significado de lo que es soñar”.