EL REFLEJO DESDE LA NADA
Un pacto con tus ojos fue el que hice aquella noche de otoño, mientras caían las ojas secas por el intenso fuego de tus suspiros, cuando se paró el tiempo en esa sala oscura, donde el sonido no fue más que un cuerpo translúcido y sin carne, allí nos encontramos parados entre la miel y el humo, cantando como golondrinas el himno a las madres. Un pacto de sangre, fue aquel que hice con tus noches, porque del miedo se atraen los cuerpos opuestos de corazón pero no de energía, porque del insomnio nos hicimos dueños, porque ese pacto tan profundo también lo hice con tus trajedias, aquellas que te hacen sufrir y a la vez te dan toda la tranquilidad con la que se mueve tu mundo.