MADRE TIERRA: POR EL OJO SANGRA
La puerta de la habitación veinticuatro le dio la bienvenida a una sombra que la ocupó por completo, una mano blanca tomó su manubrio y la aló, pero esta noche nadie podía penetrarla; tanto esfuerzo para nada; la frustración se apoderó del silencioso visitante y este marchó con tristeza hacia las escaleras de madera que con tanto cuidado subió. Esperé detrás de una columna hasta que éste se marchara y me decidí a mirar por la ventana, estaba allí, tendida entre sombras, meciendo sus sueños frente a un radio de baterías; en sus manos noté un rosario y en sus piernas un libro grande que el viento hacia que sus páginas volaran por toda la habitación, parecía que la vida había dejado su cuerpo, la sentí desnuda, montada en un caballo blanco y con la espada apuntando al cielo; colocada de manera estratégica mirando hacia el norte, el mismo norte donde la vi por primera vez.